lunes, 21 de noviembre de 2011

Hace muchos años, yo todavía no había nacido, el dinero no existía. Las personas intercambiaban con el trueque.


Más tarde, alguien tuvo una idea. En vez de intercambiar el metal que tenía en una sola pieza, mejor lo daba en pequeñas chapas grabadas con un valor establecido y la cara de un tipo. Ahí nacen los mellizos Moneda y Precio.


Todo el mundo quería esas chapitas. Era mucho más fácil de transportar el metal para intercambiarlo y cada vez tenía más valor, porque conseguirlas era difícil. Y cada vez pedían más chapitas por los alimentos y las cosas.


Quien tuvo la increíble idea de traer al mundo semejantes criaturas se empezó a quedar sin metal. Mientras la muchedumbre gritaba en la puerta de la casa de la moneda y entre tanta presión tuvo otra idea surrealista. Salió al balcón de la casa de la moneda y gritó:
- El metal pesa demasiado, ¿no os parece? 


A lo que la muchedumbre contestó con un sí enfurecido.
- Pero habéis venido aquí a por monedas. Y pensándolo bien he preferido daros una parte en un papel firmado que diga: Vale por tantas monedas. Será mucho más cómodo y cuando queráis las monedas solo tendréis que pedirlas.


Todos se miraban entre ellos y nadie se quería pronunciar hasta que uno de ellos dijo: 
- Sí, sí, síiiii...


Y el resto le acompañaron por inercia. Solo unos pocos se quedaron en la plaza que hay delante de la casa de la moneda después que repartieran los vales. Todos coincidían en que aquel tipo nunca daría todas las monedas a cada persona y que estaban siendo estafados. 


Se lo dijeron a la gente, pero la gente confiaba en el tipo que siempre les había intercambiado el metal.


Al ver que la gente no les hacía caso, llamaron a la puerta de la casa de la moneda. Abrió la puerta y le dijeron:


-Venimos a por nuestras monedas.


Y les dijo:
-Claro que sí, tomad. -Entregando una bolsa a cada uno que contenía diez monedas menos de las que indicaba en los vales.
Le pidieron explicaciones y soltó con descaro:
-He tenido que construir un almacén para guardar las monedas de tanta gente y eso lleva unos gastos. En concreto, nueve monedas para la construcción y una, para el mensajero que ha llevado hasta tu casa la carta que informa de las comisiones. Hay unas pocas poco importantes. Por eso la letra la ponemos tan pequeña.


Indignados, se fueron a la plaza a pensar. Cómo pararle los pies y cómo hacer que la gente se dé cuenta.

Nadie les hizo caso. Eran muy pocos.



Ahora sí que he nacido. Y también se reúne gente en las plazas y coinciden pensando que es injusto. Pero esta vez, no somos pocos y estamos en todo el mundo.


Un saludo de esperanza.


Alejandro Zaragozí

domingo, 20 de noviembre de 2011

 
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Palabra tras palabra para decirte con las mejores palabras, que mis palabras son sinceras. Porque en mi idioma, cada palabra tiene significado y tú... tú significas muchas palabras.